Hoy queremos contarte una historia de astronautas y soldados soviéticos que permitieron que hoy tengamos la oportunidad de disfrutar del maravilloso mundo de los adaptógenos.
Pero pongamos un poco de contexto: estamos en pleno boom del wellness: las redes están inundadas de tips para vivir mejor, las mamás hacen yoga y en todos los grupos de amigos está la amiga hippie que medita y toma menjurjes en ayunas, sin embargo, esta “moda” no es una casualidad, llevamos décadas buscando maneras de vivir mejor y aunque aún queda mucho por investigar y descubrir, hemos tenido avances increíbles que hoy nos permiten tener herramientas para hackear nuestra realidad.
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Corría 1947 y mientras el mundo se recuperaba de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, un toxicólogo y farmacéutico soviético llamado Nikolai Lazarev dedicaba sus días en el laboratorio a trabajar en una tarea ambiciosa: cómo lograr que los soldados y astronautas soviéticos tuvieran una mejor resistencia a las inclemencias del clima, a la presión extrema y al estrés propio de estos oficios.
Sin embargo, la tarea tenía un asterisco importante, debía encontrar sustancias que fueran relativamente económicas, que no tuvieran efectos adversos y sobre todo, que no causaran dependencia. Esto último teniendo en cuenta que en la guerra que apenas terminaba, diferentes ejércitos utilizaban anfetaminas y cocaína para que sus soldados estuvieran más atentos al enemigo, más despiertos y, de alguna manera, pudieran soportar las circunstancias en las que se veían envueltos.
Pero paremos un segundo: estas investigaciones no tenían como propósito el bienestar común. Para 1947 oriente y occidente seguía en tensión, la Guerra Fría apenas empezaba y ambos bandos estaban desesperados por tomar la delantera, un reto que solo era posible si se juntaban múltiples actores: inteligencia militar, estrategia política, inversión en investigación y una carrera espacial. Todos estos actores necesitaban mucho más que vitaminas y buena alimentación, necesitaban algo que les permitiera convertir a los soldados bien entrenados, en “supersoldados” capaces de resistir más que los demás.
Teniendo en cuenta los efectos secundarios de estos psicotrópicos, Lazarev y su equipo se obsesionaron por encontrar alternativas a estas sustancias llegando entonces a explorar diversas plantas y sustancias que habían sido utilizadas tradicionalmente en medicinas antiguas, como la medicina ayurvédica y la medicina tradicional china.
Es aquí cuando entra en escena el ginseng siberiano (Eleutherococcus senticosus) una planta altamente cultivada en Rusia y que cumplía con parámetros similares al Gingseng Asiático, una planta utilizada históricamente en china por su capacidad de mejorar la resistencia física y cognitiva, pero probablemente costaba más que un apartamento en el centro de Moscú para aquel entonces.
El ginseng siberiano fue entonces la planta que mostró mejores resultados en cuanto a resistencia y adaptación a la condiciones en las que los soldados y astronautas se veían envueltos y teniendo esto como base, las investigaciones se enfocaron en encontrar más plantas, raíces y hongos que cumplian con el criterio de ayudar a adaptar al cuerpo a situaciones de estrés, las cuales fueron entonces bautizadas como adaptógenos.
Pero ¿qué pasó después? ¿por qué tardaron tantos años en llegar a nosotros? Recordemos el contexto.
En Occidente, la idea de usar plantas para fortalecer el cuerpo y la mente era tan extraña como pensar en sacar una bandera de paz en medio de un campo de guerra, sumado a que los estudios originales eran más secretos que la receta de Coca-Cola. Esto hizo que no fuera sino hasta mucho tiempo después que el término "adaptógeno" comenzó a ser tomado en serio fuera de la Unión Soviética y gracias al interés creciente por la medicina holística y natural, ahora tenemos adaptógenos disponibles en todas partes.
Ahora, aunque el camino fue lento, los adaptógenos han pasado de ser un secreto militar a convertirse en aliados cotidianos que podemos usar para vivir mejor y enfrentarnos a una vida llena de jefes inoportunos, un tráfico insoportable y una adultez que nunca pensamos que fuera tan dificil.
Entonces, aunque no lo creas, tenemos mucho que agradecerle a los soviéticos y, en nuestra opinión, si ellos probaron los adaptógenos en circunstancias tan inclementes, a ti te pueden servir muchísimo.
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Resumen para los que se quieren perder la historia completa.
En la década de 1940, mientras el mundo se recuperaba de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, el científico soviético Nikolai Lazarev trabajaba arduamente para desarrollar sustancias que mejoraran la resistencia de los soldados y astronautas a situaciones extremas, sin causar efectos secundarios dañinos como los psicotrópicos usados en la guerra. Su búsqueda lo llevó a descubrir las propiedades únicas del ginseng siberiano (Eleutherococcus senticosus), una planta que mostraba potencial para mejorar la resistencia y adaptación física y mental sin el costo elevado del ginseng asiático.
Lazarev y su equipo se enfocaron en identificar más plantas con características similares, basándose en la medicina tradicional de diversas culturas, y acuñaron el término "adaptógenos" para describir estas sustancias que ayudan al cuerpo a adaptarse al estrés. Sin embargo, debido a la naturaleza secreta de estos estudios durante la Guerra Fría y la percepción occidental sobre el uso de plantas medicinales, los adaptógenos tardaron años en ser reconocidos y valorados globalmente.
Actualmente, los adaptógenos forman parte integral del movimiento de wellness, ofreciendo una herramienta natural para manejar el estrés y mejorar la calidad de vida en un mundo moderno lleno de desafíos y hoy mismo puedes empezar a disfrutar de sus beneficios.
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